La destrucción de Cabueñes

La destrucción de Cabueñes

ANA GARCÍA


EL pueblo de Cabueñes, como la mayoría de los pueblos asturianos, gira en torno a su escuela pública y a su iglesia de Santa Eulalia.
El nuevo plan parcial de urbanización, aprobado por el gobierno del PSOE e IU del Ayuntamiento de Gijón y sometido estos días a información pública, supone una agresión mortal a este medio tradicionalmente rural.
El proyecto plantea el levantamiento de un muro de bloques de pisos que cambiará completamente su fisonomía en torno a una enorme vía urbana de alta densidad de tráfico que se elevará sobre el centenario colegio y una torre de seis alturas engullirá literalmente a la iglesia con su, hasta ahora, orgullosa torre.
Hace décadas, en plena fiebre del desarrollismo, recuerdo haber visto entre las postales turísticas de promoción de la ciudad una en la que aparecía, como símbolo de progreso, la torre de Bankunión y se veía al lado, pequeñita, la iglesia de San José.
También había fotografías de los rascacielos estrellas de la llamada 'Ciudad Satélite de Pumarín', pequeños pisitos levantados en vertical para alojar a la ola de inmigración obrera que necesitaban las factorías de la zona, y se construían sin miramientos, a pie de playa, bloques y bloques de viviendas hasta tapar todo el Muro.
Eran otras épocas, otros valores. Sin embargo, ahora estas aberraciones urbanísticas no tienen sentido.
Existe una nueva sensibilidad estética y medioambiental, y lo que antes eran oscuros y barriobajeros muelles, ahora se convierten en paseos y playas artificiales.
Los bloques del Muro ya no tienen arreglo, salvo que se sierren por la mitad, pero se intenta tapar sus vergüenzas con cristales, el río Piles pasa de ser la cloaca de Xixón a parque fluvial, en Deva se construye un falso túnel para respetar el entorno y el paisaje y precisamente aquí, en Cabueñes, los esfuerzos iban en la misma dirección.
Se revitaliza la Universidad Laboral y recibe inversiones millonarias para convertirla en un centro cultural.
Se desarrolla a su lado un centro tecnológico con edificios, vanguardistas algunos, manteniendo la armonía con el pequeño Escorial que tienen al lado, incluso el de la sede de Telecable ha merecido un premio por esta circunstancia.
Un poco más allá, se desarrolla el campus universitario, y la alcaldesa y el rector insisten en señalar su integración con el entorno, los arcos de los edificios departamentales en armonía con lo que ahora es el Instituto, el aulario circular con el antiguo convento, y los jardines, integrados en un todo con el Jardín Botánico y la Carbayera centenaria del Tragamón.
Capítulo aparte merece el Jardín Botánico Atlántico. Es una pena que los ciudadanos tengan que pagar por verlo, pues debería ser patrimonio de todos. «Entras en otro mundo», rezan los folletos turísticos. Se entiende el mensaje, pero no es cierto. Es el mismo mundo, a su lado, el que van a hormigonar. Actualmente siguen los mismos jardines a derecha e izquierda, los mismos carbayos se levantan hasta el parque del Monte Deva y, cruzando la carretera de Villaviciosa, continúan los mismos prados hasta Somió, pasando por la Carbayera de la Mangada y el Camino de Santiago.
Destrozar esto creando una innecesaria barrera de bloques de pisos, articulada en torno a una injustificada 'carreterona' y desarticulando a todo un pueblo para ello, rompiendo la armonía de su patrimonio y causando un desastre medioambiental irreparable es, se mire por donde se mire, un auténtico despropósito, retroceder a épocas que no queremos ni recordar, algo impropio de la Europa de países avanzados en la que estamos integrados.
Cualquiera que suba al Alto l'Infanzón puede contemplar la vista actual. Muchas veces he visto a los turistas pararse a sacar fotos.
En cualquier otro lugar del mundo, estaría señalizado este sitio como de especial valor paisajístico. Les invito a ustedes a subir allí pronto, antes de que empiecen las obras, e imaginarse la 'carreterona', flanqueada por bloques rectangulares de pisos cruzando el corazón de la parroquia.
El propio arquitecto que ha diseñado este satélite urbano ha reconocido que el impacto visual será inevitable y que se reducirá la visibilidad sobre el paisaje. Ha dicho también que tuvo especial cuidado en no reducir la vista de la Laboral o del Botánico, pero será este contraste lo que va a hacer aún más penosa la visión.
En la Asociación de Vecinos sabemos que la lucha por salvar Cabueñes va a ser dura. No existen argumentos contra los que podamos combatir. Ni la presión demográfica de la ciudad, ni el tráfico al hospital, con la ronda y el metrotrén a punto, lo justifican.
Simplemente es mucho ladrillo y hormigón, es decir, mucho dinero e intereses lo que está en juego.
Pero la destrucción no es inevitable. Cabueñes es de todos, de los vecinos y de los que de forma asidua lo visitan y disfrutan y, por tanto, su defensa nos compromete a todos.
Con su ayuda podremos hacer comprender que este proyecto supone una destrucción irreparable, y no es propio de una sociedad moderna que debe buscar el bienestar de sus ciudadanos y no hipotecar su futuro.
Estamos seguros que si suben al Infanzón, ven lo que hay y se imaginan su destino próximo, nos apoyarán.


Publicado en El Comercio el 26 de marzo de 2008