Crisis y beneficios

Crisis y beneficios

LUIS FELIPE CAPELLÍN

¿POR qué se construyen viviendas cuando es incontable el número de las que permanecen vacías? ¿Por qué si la población no crece deben crecer las edificaciones? ¿Cómo se puede entender que en medio de una crisis inmobiliaria como hacía tiempo no se conocía, se continúen aprobando planes municipales que permiten la construcción de nuevos proyectos urbanísticos?


En días pasados se celebró en Madrid una manifestación de damnificados por la crisis inmobiliaria. Escayolistas, carpinteros, fontaneros, electricistas, etcétera, exigen que las empresas constructoras les paguen las cantidades que desde hace meses les adeudan.


Con una diferencia de muy pocas horas, a las puertas del Jardín Botánico de Gijón, la plataforma creada para protestar por la puesta en marcha del Plan Parcial de Cabueñes, que de llevarse a cabo destrozará para siempre esta emblemática zona rural, recogía alrededor de dos mil firmas que manifiestan su oposición a la creación de más de seiscientas viviendas en la parroquia.


En los últimos meses, la concesión de hipotecas para comprar viviendas ha ido disminuyendo de manera paulatina hasta reducirse en casi un 26%, según los datos del INE. Sin embargo, los cinco grandes bancos españoles (Santander, BBVA, Caixa, Popular y Caja Madrid), hasta el mes de marzo, han conseguido aumentar sus beneficios en un 6,26%.


¿Quién teme entonces la crisis global de la que día sí y día también nos hablan los medios de comunicación?


No parece que sean las administraciones locales, que siguen autorizando planes urbanísticos por los que se permite construir viviendas que no se sabe cuándo llegarán a ser habitadas, como está ocurriendo en nuevos barrios creados en las periferias de las grandes ciudades españolas.
No parece tampoco que sea la gran banca española, que incluso pide a los medios especializados que la diferencien de otros bancos europeos y americanos y que, además, mira por encima del hombro a las cajas de ahorros, que, quizás menos previsoras, fueron creando sucursales allá donde vislumbraban promociones urbanísticas y que ven ahora con preocupación que sus previsiones no se están cumpliendo.


Igual que los grandes bancos, también las potentes empresas constructoras ven con tranquilidad la crisis inmobiliaria, ya que, seguramente porque tienen grandes profesionales en nómina, aunque alguien habrá que hable de trato de favor y de información privilegiada, dedican en estos tiempos toda su capacidad a la obra pública, lo que les permite seguir mandando en el concierto económico.


Crisis, sí, a lo que parece y que como siempre afecta a los de siempre, pero beneficios, también, que, como siempre, recogen los de siempre.


Publicado en El Comercio el 2 de mayo de 2008