una delirante vorágine urbanizable cuya máxima expresión fue planificar barrios estilo Pozuelo de Alarcón en Cabueñes

El cormorán

Banderas de la izquierda

J. Morán

Suenan ya los tambores de guerra de cara al documento de aprobación Inicial del nuevo Plan general de Ordenación (PGO), que suponemos llegará pronto a las Consistoriales. Suponemos también que esa guerra tendrá que ver, entre otras, con las modificaciones que dicho PGO planteará con respecto a los optimistas planes de 2005 y 2011, ambos anulados por los tribunales y que recalificaban como urbanizables muchos suelos en zona rural.
No obstante intuimos ciertas coincidencias básicas entre el gobierno de Foro y Xixón Sí puede, mientras que PSOE o IU tal vez se aferren a ese avance sobre lo rural, en coherencia con lo que defendieron en el pasado. También podrían rectificar de una manera honrosa, pero intuimos que más bien apelarán a la recuperación del sector inmobiliario, que según algunos pronósticos será veloz, y hasta tal punto que algún analista sostiene que España no ha aprendido nada de la debacle edificatoria y crediticia operada entre 2008 y 2014.

Si hablamos de rectificación honrosa es porque las dos fuerzas de la izquierda gijonesa, PSOE e IU, se subieron en 2005 y 2011 a una vorágine urbanizable delirante cuya máxima expresión fue la de planificar barrios estilo Pozuelo de Alarcón en Castiello, Granda o Cabueñes.
Y es curioso que ambos Planes cayeran judicialmente por escupir en banderas tradicionales de la izquierda: en el PGO de 2005, por no incluir estudio medioambiental, y en el de 2011 por sustraer ciertos documentos en la información pública, es decir, violar la sacrosanta participación ciudadana.
Respecto a esto último, el PSOE acaba de reclamar que toda la documentación de los planes urbanísticos sea plenamente accesible a los gijoneses en la web del ayuntamiento. Hay que felicitar al PSOE por ello, pues se trata de una honrosa rectificación de la demoledora postura de quien era edil de Urbanismo en su momento, Pedro Sanjurjo, cuya obstinación en no mostrar aquiellos documentos del PGO 2011 acarreó el desastre urbanístico del que todavía no hemos salido. Fue como para reprobarle.


Publicado en La Nueva España el martes, 13 de octubre de 2015