«Quisiera morir aquí»

Luisa Tomás no ha llegado a un acuerdo con los promotores del plan. Casi 50 de sus 80 años los ha vivido en la parroquia

A sus 80 años «y algo más» tiene el Larousse encima de la mesa para averiguar qué significan las «letras y letras» de la notificación que recibió el viernes. Era del Ayuntamiento. Le informan del plan parcial aprobado por la junta de gobierno y que prevé construir unas 600 viviendas en Cabueñes, además de un vial de cuatro carriles. Luisa Tomás está afectada por el proyecto, aunque no sabe en qué medida. Vive, desde 1969, en una parcela de 472 metros cuadrados cercana al colegio de Cabueñes. Pero a la parroquia llegó antes. Hace 49 años. «Lo sé bien porque la hija vino con 13 meses aquí y cumplió ahora 50 años».

Por los planos que ha visto hasta ahora, imagina que su viviendas es el área donde se ubicará una zona verde colindante a terrenos reservados para la ampliación del centro escolar. Una zona verde por la que, al parecer, pasará un carril bici. «Eso me han dicho, que van a pasar por aquí las bicis». Y en esos planos, dice, su casa no aparece.

A Luisa no le gusta el plan urbanístico de la parroquia. Está nerviosa, pero recuerda perfectamente que «la constructora gallega vino hace cuatro años. Me preguntaron si me podían hacer una oferta. Les pregunté si me daban una casa como ésta, con el mismo terreno, en un lugar cerca de Gijón. No volvieron a llamar». No había vuelto a saber nada del tema -exceptuando las informaciones publicadas- hasta que llegó la notificación del Ayuntamiento. De hecho, Luisa es la única propietaria que aún no ha llegado a un acuerdo con los promotores. Y si el acuerdo pasa por dejar su casa, no está muy dispuesta a que llegue. «Quisiera morir aquí».

El caso de Luisa Tomás es especial dentro de todos los propietarios que están afectados por el proyecto, no sólo por la edad y el tiempo que lleva viviendo en la parroquia, sino porque es la única casa habitada que está afectada por este plan urbanístico. También por eso la negociación es más difícil. Ella sabe que el proyecto está ahora en información pública, y que puede presentar alegaciones «después de que se publique en el Boletín Oficial». No es la primera vez que se enfrenta a algo así. Recuerda que, hace unos años, un vecino de la parroquia quiso llevar a cabo un plan urbanístico. Ella no estaba interesada. Aún así, un notario llegó a su casa para que firmara unas escrituras. «¿Yo por qué tenía que firmar algo con lo que no estaba de acuerdo?» Aquel plan, finalmente, no se llevó a cabo. Pero ahora las cosas son distintas. «No le veo salida», dice.

«Van a estropear esto»

Al margen de lo que a ella le afecta personalmente, Luisa se lamenta de que «van a estropear Cabueñes, eso ya se sabe, con todos esos monumentos que van a hacer». Se refiere a los bloques de cinco alturas.

Luisa habla junto a su hijo y su nuera. Ella vive sola, pero durante el fin de semana, la acompaña la familia. La llevan a la compra. Atienden un poco las plantas que ella dice tener muy descuidadas. «La gracia ya no es la misma», lamenta. Insiste ante ellos que está muy nerviosa. Ante ellos y ante un grupo de vecinos que la visitan y la animan a «defender lo tuyo». Lo hará, pero insiste en que llevaría mal ir a un piso. Porque sólo sale de su casa en Nochevieja, para cenar con su hija y el día de Año Nuevo, después de comer, quiere volver a la parroquia.

Ana García, presidenta de la asociación de vecinos La Pontica, es una de las que charla con ella. Luisa pide que la mantengan informada de las próximas reuniones. La última fue el jueves y en ella decidieron crear una plataforma para oponerse al plan parcial. «No pensábamos que hubiera tanta gente preocupada», dice García. Y es que si se le pregunta a la presidenta vecinal cuántos afectados hay por el plan, contesta rápidamente que «afectados estamos todos. Además, no es sólo un problema de Cabueñes, es de todas las zonas rurales».


Publicado en El Comercio el 16 de marzo de 2008