Destruir Cabueñes

Destruir Cabueñes

JUAN IGNACIO GONZÁLEZ


EL PGOU que se aprobó en Gijón no hace mucho tiempo, no sin contestación vecinal, estableció una reserva de bolsas de suelo que permitirían elaborar un desarrollo urbano de Gijón en la medida que las necesidades de crecimiento de la ciudad las hicieran necesarias.
Sin entrar a discutir de fondo (que sería lo suyo) que una ciudad esté más desarrollada cuanto más crece, la ejecución de algunos planes parciales ligados al Plan General nos trae estos días a la parroquia de Cabueñes una nueva movilización vecinal contra la pretensión de convertir el núcleo, esencialmente rural de la misma, en un nuevo barrio urbanizado hasta las trancas, por mor de haber reconvertido el suelo en urbanizable y con la pretensión municipal de entender que el tipo de construcción que necesita Cabueñes no es más que un urbanismo ciertamente salvaje para dicho entorno.

Bajo el pretexto de que se necesita una vía rápida que conecte la ronda exterior con el hospital y la zona de concentración de actividades terciarias en que se ha convertido la parroquia (Laboral, Tanatorio, Botánico, Parque Científico y Tecnológico ), se esta dispuesto a construir una barrera de viviendas -todas ellas de precio libre, para más INRI- que hormigonarán con un muro imposible el paraje natural que aún queda vivo en la misma.
La propuesta del viario de acceso ligero al hospital se cae sola si pensamos que está prevista una vía desde la glorieta de Justo del Castillo hasta el propio hospital por el trazado que adoptará -esperemos- el metrotrén entre la Laboral y la antigua estación Pecuria. Luego, vial ya hay sobre el plano y, además, la actual carretera de acceso desde La Guía, que luego prevé quedar como ronda interior del campus, sería perfectamente desdoblable.

La barbarie sobre la que se pretende edificar un tabique desde el merendero del cruce pasando por detrás del Parque Tecnológico hasta las inmediaciones del CAMP, cercenando de paso el espacio escolar privilegiado del colegio público de la zona, que, por cierto, permanece mudo, no puede justificarse sobre la necesidad de rentabilizar el suelo para hacer el vial. No es cierto, no hay demanda de vivienda en aquella zona a precio libre, que, en principio, sería terriblemente elevado. No se puede apostar por financiar toda obra pública en esta ciudad a costa de recalificar suelo (del plan de vías ya hablaremos). Y no se puede hacer contra el criterio de los afectados, que, amén de los vecinos, somos todos.
Un plan sin evaluación ambiental, sin zonificación acústica, sin criterio de dimensionado de las alturas de edificabilidad (650 viviendas) que se pretenden para la zona (3 y 4 pisos, bajo y bajocubierta y viviendas unifamiliares) en la cota más alta de la zona afectada, no responde al concepto de baja densidad.
Un plan que no contempla una zona sensible desde el punto de vista de la conservación de un entorno natural, cuando piensa talar especies protegidas, que sacrifica un pulmón de la ciudad, una vez más para la especulación del suelo, no es un buen plan y merece rechazo y una reflexión sobre cuál es el modelo de ciudad que desde la decisión política se pretende construir.

Algunas luces deberían arrojarnos a los ciudadanos de esta villa sobre cómo hay quienes compran parcelas de suelo rural (Castiello y San Andrés de los Tacones, por ejemplo) que luego son recalificadas con pingües beneficios para empresarios-compañeros de viaje, que deben ser más listos que el hambre. Que Cabueñes no es espacio urbano, lo diga el documento que lo diga, es obvio; que el plan es una agresión en toda regla y que no respeta aspectos claves de políticas medioambientales, es evidente. Y que la vivienda libre en esta ciudad, en estos momentos de crisis, no es ninguna necesidad ni ninguna prioridad, es patente.

Así lo han entendido muchos miles de ciudadanos que firmaron en pocos días las alegaciones vecinales. ¿Si Luis Moya levantara la cabeza!



Publicado en El Comercio el 16 de mayo de 2008